Siempre me llamó la atención lo importante que es ponerle nombre a un conjunto de acciones en una corporación para que se convierta en una iniciativa, podemos hacer muchas cosas incansablemente en pro de un objetivo y sin duda resultan relevantes para los contemporáneos interesados e involucrados pero cuando a ese conjunto de acciones le ponemos un nombre estas toman otra dimensión, es como si les diésemos vida, les damos una identidad, al poder nombrarlas bajo de una manera simple las incorporamos a nuestra agenda diaria, las incorporamos a nuestro diálogo interno y a nuestro diálogo con los demás, le damos la posibilidad de nutrirse con el esfuerzo voluntario y no tan voluntario de colaboradores, nace una iniciativa…, nace el desafío a batir, se crea un norte y de golpe todo aquello que veníamos haciendo desde hace tiempo es fácilmente incorporado a todas o múltiples agendas, ya existía pero no se sabía, ahora existe porque se le dio la posibilidad de estar en una narrativa, en una narrativa de un grupo, en una narrativa dentro de la corporación, en una narrativa global, se le dio un nombre y por lo tanto la posibilidad de existir y desarrollarse…